Nosotros, un tanto sonámbulos llegamos hasta ese cruce de cuatro calles donde una camioneta nos llevaría al embarcadero. Un café y un jugo nos dieron los buenos días y ahí fue cuando conocimos a nuestros guías, Don Fidel el capitán y el guía del apodo que olvidé…
Subimos a la embarcación rumbo Puerto Juárez, en busca de otros personajes que nos acompañarían en la aventura, una pareja de españoles, tres estadounidenses, y un mexicano más que subió en otro mini puerto ya rumbo a nuestro destino: el mar abierto.
Recorrimos una hora dentro de la embarcación, contemplando esos azules enigmáticos que solo (según yo) pueden encontrarse en el mar caribe. Tan intensos en algunas zonas, que pareciera haber luces que iluminan en fondo del mar, y otros más verdosos que nos indicaban que las algas marinas estaban acompañándonos.
Sin darnos cuenta, llegamos a la región entre la Península de Yucatán y Caribe mexicano donde es posible encontrarlos. Ahí el capitán nos dijo “busquemos juntos”. Creo que no pasaron ni cinco minutos cuando apareció el primer Tiburón Ballena de nuestro día, creo que todos nos sentíamos emocionados, pero tu y yo no pudimos expresar esa emoción en palabras… Entraron los primeros al agua, los segundos, y llego nuestro turno. Nos aventamos al mar, esa primera vez, solo la vi de lejos, (quizá diez metros) sin embargo, mi corazón latía fuerte y su sonoridad retumbaba en mi pecho. La segunda vez, y teniendo el hombro de mi guía de apoyo, logre nadar a dos metros de distancia de aquel tiburón ballena… sentir su inmensidad…animal gris de manchas blancas en el lomo, sus branquias que se abren y cierran, su cola y aletas que casi llegan a rozar la piel… sus incansables compañeros de relación simbiótica las rémoras…, el mar tan profundo, tan indescriptible, se conjuntaban en ese momento donde solo podía admirarme de lo maravillosa que es la vida, y lo maravilloso que son animales como el tiburón ballena. Mientras, mi cuerpo sumergido en el agua, escuchaba solo el sonido de la arena pegando en mi visor, la fuerza del agua, mi respiración; el latir del corazón ahora, ya solo lo sentía.
Ese día vimos tres tiburones ballenas, delfines, una tortuga lejana, corales, caracoles, y aves…
Hasta hoy, una de las experiencias más emocionantes e inolvidables que he tenido. Al recodar ese día, me emociono y me siento afortunada de haber podido experimentar y sentir toda esa mezcla de emociones que sin duda han marcado ya mi vida.
"30 de agosto día internacional del Tiburón Ballena"
