jueves, julio 09, 2009
PeTit Mal.:. & AxoLotl.:.
Sirena,2007.:
cuerdas bucales humanas, bomba neumatica,acrilico, metal y plástico.
Hace un par de semanas visite el Museo de Arte Contemporáneo de la UNAM (MUAC), ahí me encontré con dos proyectos que se encuentran en las salas de exposición temporal que sin querer (tal vez) nos dan una muestra de dos temáticas que a primera vista parecen estar separadas pero en realidad estan unidas la tecnología y la biología.
Petit mal
Episodio de interrupción de las funciones cerebrales causado por una actividad eléctrica anormal. Se caracteriza por una abrupta y corta pérdida de conciencia o algún otro tipo de cambio drástico en el comportamiento.
En 1989 el artista australiano Simon Penny desarrolló el robot Petit mal. Esta obra- que inspira el título de la exposición- propone la aplicación del fenómeno neurológico petit mal a la robótica, en un intento de generar condiciones que permitan cierto comportamiento autónomo del robot.
Una máquina es el conjunto de mecanismos dispuestos para producir, aprovechar o regular cierta energía. Desde una perspectiva que interprete a la sociedad contemporánea como una máquina concebida para dirigir todo tipo de fuerzas incluyendo el deseo, no podemos ignorar que cada individuo es uno de los componentes que la constituyen y le permiten funcionar. Como parte de la máquina, el hombre no sólo estaría sujeto a ella, sino que tendría el poder de accionar, interrumpir o desviar los flujos de energía del sistema. Si la finalidad de esta máquina social es lo utilitario y racional, jugar con fuerzas imprevisibles y descontroladas que no respondan a una razón de productividad se convierte en un acto de resistencia.
Petit mal es una colectiva internacional que reflexiona sobre los dispositivos de producción, administración y control del deseo presentes en la sociedad de consumo, que afectan la forma en que construimos nuestra subjetividad, y en la posibilidad de desafiar estos mecanismos.
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Proyecto Axolotl
Durante su estancia en el Lago de Pátzcuaro en 1986, el artista sueco Ulf Rollof (1961) entró en contacto con los ajolotes, interesándose de inmediato por estos exóticos anfibios cuya anatomía encerraba misterios y mitos locales. En un intento por descifrarlos, realizó una disección.
Este acto despertó en Ulf el deseo de corresponderles y por comunicar a los ajolotes la anatomía del ser humano, creó una serie de dispositivos acuáticos que a base de luz posibilitaría la comunicación con los ajolotes.
“Cosí un pedazo de tela siguiendo la forma de las pieles de animales cuando se ponen a secar. Me cubrí con él sosteniéndolo con un cinturón de seguridad. Lo cubrí con látex mezclado con sulfuro para resaltar el hermoso e intenso color amarillo limón” (Ulf Rollof: comentario sobre el proyecto).
De ahí nació el que involucró un modo más social, más participativo, multidisciplinario, y desde luego inteligente, y que marcaría un significativo parteaguas en la trama artística nacional. Esta pieza forma parte de la Colección del MuAC y se exhibirá en una versión extendida que incluye bocetos y documentación sobre su proceso.
El fundamento de esta instalación es en sí mismo un develamiento de sincretismo: el ajolote mexicano que, por fortuna, todavía no ha llegado a la extinción total. El ajolote, que es un símbolo tierno del vínculo animal-humano, tal y como las culturas precolombinas llegaron a identificarlo: con la tenaz metamorfosis de una deidad en un trance de salvación. También manifiesta el presagio donde las criaturas humanas y su hábitat tendrán que evolucionar veloz e inteligentemente para postergar su desaparición.
Como en una elipse con vértebras mitológicas, retornó desde Suecia a su lugar de origen este serpentino dispositivo de reflexiones, emisor-receptor de datos, y de celebración escultórica.
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